Os dejo aquí un cuento que
recoge unas historias de Montán que muchos conoceréis, como la olivera Astasia,
Los Pradicos, El Pozo Arena, Collado
de las Arenillas, la Ermita de Santa Bárbara, El Barranco Estopón, los dos
lavaderos.
La familia de las Libélulas vivía tranquilamente en una cueva
llamada Cirat, en
una ladera de los montes que rodean el pueblo de Montán. Un día el jefe de
todas las libélulas reunió a todas las que vivían allí y les dijo:
-Querida familia, he estado pensando
los últimos días y la verdad es que estoy un poco preocupado. Mirad, llevamos
mucho tiempo viviendo aquí; realmente se vive muy bien, supongo que todos
debéis de estar de acuerdo conmigo… Sin embargo, creo que debemos conocer lo
que hay fuera de esta cueva, creo que debemos estar prevenidos, debemos
considerar la posibilidad de que un día nuestro mundo pueda destruirse, y
necesitamos saber de antemano dónde poder ir, dónde conseguir agua, dónde
alimentos y, sobre todo, dónde poder resguardarnos. Como jefe vuestro que soy
creo que debemos hacerlo, y para ello debemos colaborar todos como comunidad de
libélulas de la cueva.
Todas las libélulas de la cueva
confiaban en él, y todas estuvieron de acuerdo.
Y siguió diciendo:
-De todas las libélulas que vivimos
ahora aquí, algunos de nosotros no hemos vivido aquí desde siempre, cada
libélula de la cueva que conozca algo del exterior debe contárnoslo a todos los
demás, antes de empezar a explorar.
Aquel acontecimiento revolucionó la
cueva. De los miembros más viejos de la familia ninguno había nacido en la
cueva y todos empezaron a contar sus recuerdos e historias del exterior.
Una libélula muy mayor, siempre
sentada en su mecedora, empezó a recordar los viejos tiempos, de cuando vivía
fuera.
–Siempre
recordaré que un día de verano se formó un viento tan fuerte y me impulsó tanto
que hizo que me alejase muchísimo de mi casa. Fijaros, recuerdo que me llevó
hasta la olivera “Astasia”…
¿Sabéis la historia de la olivera
“Astasia”, no? Pues cuenta la leyenda que una paloma que pasaba volando por un
prado donde estaba esta olivera andaba un poco molesta y dejó caer un hueso de
una oliva que tenía en sálvese sea la parte con tal tino que fue a caer justo
en un hueco que había en el tronco de la olivera, el hueso germinó, se injertó
en la olivera y se creó una nueva variedad temprana de oliva que desde entonces
es famosa en todo el condado.
Otra libélula, sin embargo, sobre
todo recordaba los relámpagos, cómo relucían sobre un cielo gris sobre los
olivos plateados, y cómo partían el cielo en dos y cómo retumbaban luego los
truenos sobre el campo y los bancales.
- -¡Ahí viene otro!, decía yo. Y todo el mundo se
asustaba, menos yo, que desde pequeño siempre he sido un valiente.
Una libélula adulta sobre todo
recordaba sus sueños:
- -Yo, lo que recuerdo es que todas las noches soñaba lo
mismo; unas pajas que se habían hecho un ovillo y rodaban solas por las calles.
Siempre creí que era un recuerdo de cuando era niño, ¡A ver si podemos
encontrar ese pueblo! Porqué desde que lo visité ya no volví a tener ese sueño.
Otra libélula de lo que más se
acuerda es que había una señora en el pueblo que siempre daba magdalenas a todo
aquél que fuese a visitarla, y a más de alguno le decía:
- -¡A mí no me engañas! ¿Tú vienes a verme por las magdalenas,
pedazo granuja, no a verme a mí, eh?”.
Pero magdalenas hechas y recientes nunca
faltaban en su casa para quien fuese a verla y las pequeñas libélulas siempre
le llevaban violetas para adornar su casa.
Otra libélula siempre recordaba cómo
veía sacar arena del “Pozo Arena” para limpiar las sartenes, que entonces se
limpiaban con arena, y no se limpiaban en el fregaplatos como ahora.
Y otra libélula siempre se acuerda
que la fuente que más le gustaba era “Mas del Moro”, pero le han dicho que
ahora hay que tener cuidado porque es de dónde cogen agua los helicópteros para
apagar el fuego.
Otra libélula recordaba haber visto
restos de vasijas fenicias, y otra una cruz de la Orden Servita grabada en una
piedra y otra un aljibe árabe.
Y otra libélula también mayor,
recuerda tristemente los malos momentos de la guerra, de cómo se luchó en estos
montes, hermano contra hermano.
Todavía
existen por estos montes de aquí al lado muchos restos de la metralla de las
bombas que se lanzaron, de hecho la Cueva Cirat sirvió de refugio para muchas
personas del pueblo.
Habiendo reunido toda la información
que pudieron conseguir, las libélulas
más fuertes de la cueva decidieron salir de la cueva formando un escuadrón “de
reconocimiento”.
En un primer momento hicieron excursiones cortas siguiendo el
consejo de los mayores de la cueva, que les dijeron que lo mejor sería
catalogar lugares cercanos donde hubiese agua, pero antes habría que fijar
referencias para que fuesen localizadas fácilmente desde el aire, y poder regresar
a la cueva sin problemas.
En una fase se debería catalogar y
pintar un mapa del término en la cueva para que todos los miembros del clan de
las libélulas conociesen bien el término, poder orientarse, conseguir agua y
poder resguardarse.
Los resultados de las primeras
exploraciones llegaron rápidamente. Como lugares de referencia, lo primero y
más importante para ellos era asegurarse el camino de vuelta a la cueva, para
lo cual en todos los vuelos decidieron que sería muy importante localizar desde
el aire como referencia maestra “la plaza del pueblo”, sabiendo que a partir de
ahí, subiendo por “la Calle del Cerrado”,
esa calle se convierte en camino y sin dejarlo, pasa el cementerio,
donde los perros ladran, luego torcer a la izquierda y subir por el camino
hasta la entrada de la cueva y ya estarían de nuevo en la cueva Cirat.
De esta manera, si los escuadrones de
libélulas se elevasen lo suficiente la plaza del pueblo sería fácilmente
localizada desde el aire, y es fácil
porque está rodeada de casas y tiene una fuente con un montón de chorros. La
plaza ya no es cómo en 1918, tal como la conoce el más mayor de todas las
libélulas de la cueva, ahora ha cambiado mucho.
También fue necesario marcar lugares
como la Farmacia, la Residencia de Ancianos, el Convento, la Fonda, el Parque
de Bomberos, el Collado de las Arenillas, la Ermita de Santa Bárbara, Los
Pradicos, El Barranco Estopón, los dos lavaderos (el de los arcos y el de la
plaza).
Luego localizaron las fuentes, el
trabajo fue muy meticuloso, fijaron espacialmente las fuentes siguientes: La de
la Plaza, la Tejería, El Nacimiento, El Chorrito (hay dos), Dos Arcos, La del
Convento, La Fuente Roja, Los Pradicos, El Madroñal, Bajo Castillo, la Fuente
Amarilla, …
También
fueron meticulosamente localizados y marcados en el mapa los montes del
término, la cueva Cirat, la Peña Blanca…. Y los barrancos, la Maimona,…
Y esta labor, que la iniciaron unos
pocos, ahora que el clan de las libélulas ha aumentado y seguirá aumentando,
ahora que ya está en condiciones de decir que tiene un plano actualizado del
contorno, esta labor debe continuarse y actualizarse por los nuevos miembros y
por todos los interesados en ello y que este trabajo que ahora se ha iniciado
continúe y se mejore en el futuro para disfrute de propios y extraños.
Aviso para curiosos, cualquier parecido con la realidad o si alguien se siente identificado como miembro del clan libélula, recuerden que será simplemente una mera coincidencia.
Con él vemos la importancia de los catálogos de fenómenos que
nos permiten localizar entidades en cualquier lugar,y la información que nos dan los sistemas de información geográfica que recogen multitud de datos de diferentes fuentes.
Si crees que eres una libélula,,, COMPARTE tu historia……..
igual montamos una cadena…….
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